Criar y educar a un hijo es uno de los retos más ilusionantes al que nos enfrentamos los padres. Disfrutamos con cada logro y sufrimos intensamente con cada tropiezo. Es por este motivo por el que el diagnóstico de un trastorno del neurodesarrollo puede hacer tambalearse nuestro mundo de expectativas y proyectos, pero buscando el camino adecuado podremos afrontarlo y lograr nuestros objetivos. Los problemas de desarrollo de nuestros pequeños constituyen uno de los principales retos al que nos enfrentaremos.
Las dificultades de aprendizaje, de relación y de comportamiento son un motivo constante de preocupación, y también de incertidumbre, para todas las personas implicadas en su cuidado. En el entorno familiar, esta preocupación obedece a varias causas: no sabemos cómo van a evolucionar, o qué impacto y consecuencias tendrán en la vida del niño. La falta de información sobre un problema de salud también puede ser un motivo de angustia para padres y educadores.
No existen fórmulas mágicas para la resolución de ningún problema de salud, pero hay cuatro actitudes, las cuatro CES, que resultan imprescindibles para afrontar estas situaciones de la mejor manera posible: confiar, cumplir, conocer y creer.
en el médico
En primer lugar, ponerse en manos de médicos especialistas que, con su experiencia y su conocimiento, serán quienes puedan tomar las mejores decisiones orientativas y terapéuticas para resolver cualquier problema de salud. Por ello es imprescindible escucharles con atención y seguir rigurosamente sus recomendaciones, porque son ellos quienes realmente pueden diagnosticar, proponer un tratamiento farmacológico, la modificación en determinados hábitos de vida o cualquier otra iniciativa dirigida a mejorar la calidad de vida de nuestro hijo.
Debemos evitar dar crédito a la información que encontramos en internet cuando no está respaldada por expertos científicos, sociedades médicas u organismos que garantizan su objetividad e independencia. Tampoco es conveniente atender a recomendaciones distintas a las del médico especialista relacionados con el tratamiento farmacológico o con los cuidados que necesitan los niños.
el trastorno
En segundo lugar, y no menos importante, debemos conocer todos los aspectos que, como padres, educadores o cuidadores son importantes para manejar un problema de salud, en este caso el TDAH. El conocimiento de esta información básica nos va a permitir comprender mejor las pautas de actuación, entender las recomendaciones del especialista y también desarrollar estrategias que mejoren el cuidado y la evolución del niño.
las recomendaciones de los profesionales
No debemos renunciar nunca a preguntar aquello que no comprendemos al profesional que atiende a nuestro hijo, y tampoco debemos excluir parcialmente sus recomendaciones, por ejemplo modificar las pautas o cambiar el fármaco o tratamiento, prescindir de la terapia no farmacológica, etc. Este tipo de decisiones pueden afectar muy negativamente a la salud y a la evolución del TDAH.
en nuestra propia capacidad
La escucha activa, el respeto a las recomendaciones del profesional, el cumplimiento de las pautas prescritas y el conocimiento científico y riguroso del manejo del TDAH nos otorgarán la capacidad de manejar adecuadamente el trastorno, contribuyendo a mejorar la salud de nuestro hijo, ayudando a prevenir complicaciones posteriores y sobre todo a mejorar su calidad de vida y su relación con el entorno.
El TDAH, como cualquier trastorno, exige una adaptación tanto por parte del entorno, como del propio niño que lo experimenta, y esto constituye un reto para todos.
Sin embargo, gracias a la aplicación de la terapia multimodal y al conocimiento que tenemos sobre el manejo de estas situaciones podemos ofrecer a todos los niños y niñas con el TDAH una integración plena en la familia, en el proceso educativo y en la sociedad.
Puede que estos niños estén limitados para desarrollar algunas actividades, sin embargo, cuentan con un extraordinario potencial, en campos donde pueden despuntar con su inteligencia, su imaginación y su talento.
La tarea de la familia, los psicólogos, los educadores, etc. es brindarles el apoyo que requieren para que puedan enfocar sus capacidades emotivas, intelectuales y vitales en aquellos ámbitos que les van a proporcionar mayor bienestar, autoestima y por qué, no decirlo también, reconocimiento social.
Conseguir este objetivo es un compromiso que todos debemos asumir.
Entendemos por manifestaciones clínicas la suma de aquellos signos objetivos que podemos identificar en el niño, y también síntomas subjetivos, como el dolor, o la debilidad. Este tipo de manifestaciones deben producirse en los diferentes entornos en los que el niño se desenvuelve: el hogar, la escuela, las relaciones con sus amigos, etc.
Estos síntomas son muy frecuentes en la población y esto no implica que una persona sufra de TDAH, es importante recordar que solo consideramos que una persona tiene esta condición si los síntomas producen un impacto significativo en dos o más áreas del funcionamiento y el desarrollo del niño: cognitivo, académico, familiar, conductual y/o social. Más adelante profundizaremos también en cada uno de ellos.
Los síntomas clínicos varían ampliamente de una persona a otra, y en este aspecto tienen especial relevancia otros aspectos personales y biológicos como: la edad, el sexo, el contexto en el cual se desarrolla el paciente, las características de la propia persona y la presencia de comorbilidades, es decir la existencia de otros trastornos o alteraciones que se asocian a veces al TDAH.
Con la edad se atenúan todos los síntomas, sobre todo, la hiperactividad y la impulsividad. Sin embargo, la inatención o la falta de atención, es la característica que más perdurará en el tiempo de la persona que padece el TDAH.
Las niñas con TDAH suelen presentar menos hiperactividad y también una menor impulsividad que los niños. Por este motivo es frecuente que pasen inadvertidas, lo que puede retrasar el diagnóstico del TDAH.
Los síntomas dependen del contexto, ya que como explicábamos previamente, los niños con TDAH tienen afectada fundamentalmente la atención voluntaria, pudiendo concentrarse mejor cuando la atención no depende tanto de la voluntad como de las emociones:
INATENCIÓN
HIPERACTIVIDAD
IMPULSIVIDAD
La hiperactividad e impulsividad se comienza a observar en torno a los 4 años, aumenta con la edad, y a partir de los 7-8 años empieza a disminuir.
Numerosos trabajos han evidenciado el impacto negativo que ocasiona el TDAH no solo sobre el niño afectado, sino también sobre los demás miembros del núcleo familiar, siendo frecuentes las disfunciones en las relaciones interpersonales, la percepción de una cohesión familiar menor, mayores confl ictos y trastornos depresivos entre los padres y una mayor incidencia de separaciones y divorcios.
El estrés de los progenitores de niños con TDAH se inicia ya en la infancia temprana. En un trabajo realizado con niños de 3 a 5 años con TDAH frente a niños sin el trastorno (DuPaul.2001) se encontró que los padres de los niños TDAH tenían mayores niveles de estrés, menos adaptabilidad y mayor propensión a mostrar un comportamiento negativo hacia sus hijos.
También los hermanos son «víctimas» del trastorno de sus hermanos. Se ha descrito que los hermanos de niños con TDAH se sentían víctimas de los actos agresivos de sus hermanos, a través de actos de violencia física, agresiones verbales y la manipulación y el control que ejercían sobre ellos. Además, los hermanos de estos niños informaron que sus padres esperaban de ellos que cuidaran y protegieran a sus hermanos con TDAH, debido a su inmadurez social y emocional, reconociendo muchos de ellos sentimientos de ansiedad, preocupación y tristeza.
Los progenitores terminan viéndose a sí mismos como menos cualificados para la crianza y todo ello deriva en una menor satisfacción de la paternidad y la maternidad.
Por tanto, el abordaje integral del TDAH debe tener en cuenta no solo al niño, sino también a toda la familia.
La reducción del estrés paterno y familiar debería ser un objetivo en el tratamiento, considerando el papel esencial de los padres y la familia en la crianza del niño.
La comorbilidad se produce cuando una persona tiene varios trastornos o problemas de salud al mismo tiempo. En el TDAH es muy frecuente que se produzca la comorbilidad con otros trastornos, por lo que siempre se tiene en cuenta esta cuestión en el abordaje terapéutico y el seguimiento del trastorno.
La comorbilidad se produce en hasta un 85% de los pacientes con TDAH.
La comorbilidad es más frecuente en varones y adolescentes sin tratamiento.
Según el estudio MTA del NIMH (estudio más importante realizado en los EEUU sobre el TDAH y su tratamiento), más de ⅔ de los niños diagnosticados de TDAH cumplen, en el mismo momento, criterios diagnósticos de otro trastorno del neurodesarrollo.
Además, la comorbilidad muchas veces es múltiple, pudiéndose presentar 2 y 3 trastornos con una prevalencia del 16% y 18%, respectivamente.
En la adolescencia y en la edad adulta, existen otras comorbilidades, siendo una de las más prevalentes el uso abusivo o dependencia de sustancias tóxicas en un 25-50%.
En los casos de comorbilidad relevante es primordial la derivación al Equipo de Salud Mental Infanto-Juvenil y contar con su colaboración para el abordaje y seguimiento del TDAH. El papel de los psicólogos, los psicoterapeutas y los educadores de refuerzo resulta primordial para reducir el impacto del TDAH en el desarrollo de los niños.
La comorbilidad del TDAH con el TND y los TC es frecuente; de hecho, es probable que tengan una base etiológica común. Su presencia empeora sustancialmente el pronóstico, por lo que precisa de un tratamiento precoz, intensivo y multimodal.
Entre un 54-67% de los niños de 7 años que acuden a consulta tienen TND y entre un 20-40% se asocian a TC en la edad adolescente.
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Entre un 54-67% de los niños de 7 años que acuden a consulta tienen TND y entre un 20-40% se asocian a TC en la edad adolescente.
La presencia de un diagnóstico de TND o de TC es un factor de riesgo para desarrollar en la adolescencia tardía/edad adulta, un trastorno por consumo de sustancias.
Es fundamental a la hora de realizar el diagnóstico, evaluar si asociados a los síntomas del TDAH, el paciente presenta: enfados, irritabilidad, discusiones frecuentes con el adulto o si es vengativo desde la infancia. De hecho, la presencia de síntomas desde la infancia en un paciente con un TDAH, como son: agresiones, crueldad, robos, faltas a la escuela, mentiras, etc., que sugieren una asociación con un TC, indica la necesidad de realizar tratamientos más intensivos, dado el incremento del riesgo de una peor evolución a lo largo de la adolescencia y la edad adulta, comparado con aquellos que no los presentan.
En este sentido, un buen tratamiento multimodal de ambos trastornos es clave, tanto sintomatológico como preventivo.
Los trastornos de ansiedad, junto con el TDAH, son los trastornos más frecuentes en niños y adolescentes. Hasta un 25% de los niños y adolescentes con TDAH que acuden a los servicios clínicos sufren un trastorno de ansiedad asociado.
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Hasta un 25% de los niños y adolescentes con TDAH que acuden a los servicios clínicos sufren un trastorno de ansiedad asociado.
En general, los niños que tienen TDAH (lo que implica mayores dificultades en el día a día) van viendo minada su autoestima con el paso de los años, pues tienen que enfrentarse a situaciones de fracaso con mayor frecuencia; esto les genera también miedo y ansiedad, por lo que se incrementa el riesgo de sufrir una comorbilidad ansiosa. Esta comorbilidad es igualmente frecuente en chicos y chicas en la edad infantil, aunque posteriormente será más frecuente en chicas, y más frecuente en la edad adolescente que en edades más tempranas.
A diferencia de la comorbilidad con el TND, la comorbilidad TDAH y ansiedad es independiente en sus raíces biológicas, no pareciendo existir una vulnerabilidad genética o neuropsicológica común.
Se ha visto que un trastorno de ansiedad comórbido a un TDAH, puede modificar la presentación del TDAH, presentando menos conductas impulsivas, pero mayor interferencia en los aprendizajes, probablemente debido a la mayor afectación de la memoria de trabajo.
Los tics son movimientos o vocalizaciones repetitivos, coordinados, bruscos y rápidos, sin propósito aparente, parcialmente involuntarios, muy frecuentes en niños
(aprox. 20% de niños escolares), con cierto carácter hereditario, curso fluctuante, y frecuentemente de intensidad leve moderada (habitualmente no requieren tratamiento específico). Existe una forma más grave de trastorno por tics (múltiples tics crónicos, tanto motores como fónicos) llamada Trastorno de Tourette.
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Se calcula que un 10-30% de los niños con TDAH tienen tics y un 38-75% de los pacientes con tics padecen un TDAH.
Se calcula que un 10-30% de los niños con TDAH tienen tics y un 38-75% de los pacientes con tics padecen un TDAH. La comorbilidad del TDAH con un trastorno de tics puede empeorar su funcionamiento y la aparición de problemas de conducta es frecuente.
En el tratamiento de los tics, es importante considerar que el primer paso es realizar una buena psicoeducación, tanto para el paciente como para los padres y profesores. Los hábitos de vida organizados ayudan mucho a reducir los tics, fundamentalmente se recomienda abandonar durante un tiempo el uso de dispositivos de pantalla, cuidar los horarios de sueño, evitar comidas o bebidas estimulantes, realizar todos los días una hora de actividad deportiva de ocio y reservar 15 minutos a la vuelta del colegio para hacer técnicas de relajación en casa. Dado que la gravedad suele ser leve-moderada, es infrecuente la necesidad de un abordaje farmacológico de estos.
La comorbilidad del TDAH con TUS, es frecuente en aquellos casos que cursan con comorbilidades con trastornos conductuales, pero también incrementa el riesgo de esta comorbilidad en el TDAH no tratado en la infancia. Es muy importante en los TDAH, explorar correctamente el uso de sustancias, ya que este implica peor pronóstico. Este riesgo se minimiza con un buen tratamiento del TDAH.
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En la edad adulta, se ha evidenciado un mayor riesgo de consumos de cualquier sustancia (tanto alcohol y tabaco como sustancias ilegales) en pacientes diagnosticados de TDAH.
La sustancia más utilizada es el tabaco y la sustancia ilegal más frecuente la marihuana. En la edad adulta, se ha evidenciado un mayor riesgo de consumos de cualquier sustancia (tanto alcohol y tabaco como sustancias ilegales, como cannabis, cocaína, heroína…) en pacientes diagnosticados de TDAH.
Se ha demostrado que el correcto tratamiento del TDAH en la infancia, incluso con estimulantes, se asocia a un menor riesgo de consumo de sustancias (y la ausencia de tratamiento incrementa los riesgos).
Alrededor de un 20-30% de los casos de TDAH en una población clínica, tiene un trastorno depresivo asociado.
Se calcula que el trastorno depresivo mayor es 5,5 veces más frecuente en jóvenes con TDAH que en los que no presentan este trastorno.
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Alrededor de un 20-30% de los casos de TDAH en una población clínica, tiene un trastorno depresivo asociado.
En estos casos, los síntomas de TDAH pueden enmascarar la depresión, ya que esta puede cursar con un incremento de la irritabilidad, de la agresividad y de las conductas de riesgo (como consumo de sustancias o conductas peligrosas), en ocasiones, en el contexto de ideas de desesperanza o deseos de muerte.
También pueden aparecer alteraciones del sueño y del apetito. La asociación de TDAH con trastornos depresivos está especialmente relacionada con la comorbilidad con trastornos de conducta.
El DSM-5 ha introducido cambios importantes en la clasificación de los TEA, reconociendo la comorbilidad con el TDAH. La disfunción ejecutiva de ambos trastornos tiene un patrón distinto y sumatorio.
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Más del 70% de los casos de TEA presentan comorbilidad con uno o más trastornos del desarrollo, siendo el TDAH uno de los trastornos más frecuentemente asociados.
Los TEA son un grupo de trastornos del neurodesarrollo con gran variabilidad clínica (según la gravedad de los síntomas, el nivel cognitivo, las comorbilidades y la edad de presentación), en los que se afecta la interacción y comunicación social, aparecen intereses restringidos y conductas estereotipadas y repetitivas, intolerancia al cambio en sus rutinas y ambiente, y comportamientos sensoriales inusuales y estereotipados.
Más del 70% de los casos de TEA presentan comorbilidad con uno o más trastornos del desarrollo (esta asociación supone una de las causas más frecuentes de agresividad y problemas de conducta), siendo el TDAH uno de los trastornos más frecuentemente asociados.
CERRAR
Es habitual que el niño con TDAH presente dificultades de aprendizaje en habilidades instrumentales como: Lectura, Escritura y Cálculo
Estas dificultades pueden aparecer durante la etapa infantil o de forma progresiva conforme aumenta la exigencia en los cursos académicos.
Es importante diferenciar los conceptos de dificultad y trastorno
Dificultad de aprendizaje hace referencia a una disminución del ritmo o de la calidad de los aprendizajes, por diferentes motivos. Puede estar presente en el 20% de los niños en edad escolar.
Trastorno de aprendizaje hace referencia a una alteración específica de los mecanismos cerebrales necesarios para el procesamiento de la información o de la expresión de los conocimientos adquiridos.
Ambas situaciones pueden estar presentes en un niño con TDAH. No obstante, un niño con rendimiento académico bajo, puede tener como causa un TDAH sin la existencia de un trastorno específico de aprendizaje asociado.
Con dificultad
de lectura:
si además afecta a la corrección en la lectura de palabras, la velocidad, fluidez y/o comprensión.
Con dificultad en la expresión escrita:
si además afecta a la corrección ortográfica, corrección gramatical y de la puntuación, claridad u organización de la expresión escrita.
Con dificultad matemática:
si además afecta al sentido de los números, memorización de operaciones aritméticas, cálculo correcto o fluido, o razonamiento matemático correcto.
Este trastorno hace referencia a la presencia de dificultades en la decodificación lectora, en la fluidez, entonación y comprensión de textos, en un niño con inteligencia, motivación y escolarización adecuadas.
Se trata del trastorno de aprendizaje más prevalente y mejor estudiado, con base neurobiológica y evidencia sólida respecto a su carga hereditaria.
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Este trastorno se define como la existencia de dificultades en la escritura, entendida como dificultades para la claridad de la expresión escrita, cometiendo errores gramaticales, de puntuación y de organización del texto.
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Este trastorno hace referencia a la alteración específica de las capacidades para el manejo de conceptos, datos numéricos y para el cálculo y el razonamiento matemático.
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Este trastorno hace referencia a la presencia de dificultades en la decodificación lectora, en la fluidez, entonación y comprensión de textos, en un niño con inteligencia, motivación y escolarización adecuadas.
Se trata del trastorno de aprendizaje más prevalente y mejor estudiado, con base neurobiológica y evidencia sólida respecto a su carga hereditaria.
En el caso de los niños con TDAH, la prevalencia es significativamente mayor, detectándose dislexia hasta en un 39% de estos. Asimismo, se encuentra TDAH asociado en el 33% de los niños con dislexia.
Se estima una prevalencia entre un 5% a un 17% en la población general, en función de la muestra estudiada, suponiendo hasta el 70-80% de los trastornos de aprendizaje en los niños de edad escolar:
Las dificultades características en la lectura de los niños con TDAH son las omisiones (de letras o palabras), sustituciones y dificultades en la comprensión lectora. Estas son consecuencia de las dificultades atencionales y de la impulsividad, que dificultan habilidades de autorregulación para organizar la información y analizar la representación del texto.
La comorbilidad TDAH y dificultades de aprendizaje aparecen cuando se verifica que las dificultades en el reconocimiento de las palabras obedecen a un déficit en el procesamiento fonológico y no únicamente a dificultades atencionales.
Diversos autores proponen programas por niveles o procesos, estructurados
de menor a mayor complejidad del proceso lector. Una instrucción combinada consistente en codificación fonológica, reconocimiento de fonema y fluencia en la lectura parece ser lo más recomendable.
Es importante incluir adaptaciones curriculares específicas, como: ofrecer apoyo visual en el aprendizaje, aumentar el tiempo requerido para completar las tareas o el uso de tecnología asistida.
También es importante cuidar la autoestima del niño con dislexia, pues muchos creen que es un problema intelectual y se ven en inferioridad de condiciones respecto a sus compañeros. Si el niño se siente inseguro en la lectura no es recomendable obligarle a leer en voz alta delante de sus compañeros si él no quiere, pues es poner en evidencia sus dificultades respecto a su carga hereditaria.
Este trastorno se define como la existencia de dificultades en la escritura, entendida como dificultades para la claridad de la expresión escrita, cometiendo errores gramaticales, de puntuación y de organización del texto.
A pesar de tratarse de un trastorno menos estudiado que la dislexia, se estima una prevalencia en la población general entre un 7% y un 15%: estudios clínicos recientes han evidenciado que aproximadamente el 60% de los jóvenes con TDAH cumplen criterios de trastorno específico de la expresión escrita.
La complejidad de la lengua escrita es doble, los niños no solo deben poseer la capacidad mental y la flexibilidad cognoscitiva para formular sus propios pensamientos, también tienen que organizar y transcribir estas representaciones mentales de forma motórica.
En los niños con TDAH nos encontramos además con las siguientes dificultades:
Este trastorno hace referencia a la alteración específica de las capacidades para el manejo de conceptos, datos numéricos y para el cálculo y el razonamiento matemático.
Se estima una prevalencia entre el 3% y el 8% de la población infantil, sin aparentes diferencias entre sexos y con un fuerte componente hereditario.
La prevalencia estimada de discalculia en TDAH varía entre un 26% a un 42%.
Estas dificultades no deben ser explicables por un retraso mental o una escolaridad claramente inadecuada.
En los niños con TDAH, se observan además errores de procesamiento que consisten en confundir el signo de la operación, cambiarlo a mitad de operación, no respetar la regla de la operación, cambiando la suma por la resta, etc. También se detectan errores derivados de la precipitación e impulsividad, por una inadecuada lectura del enunciado del problema.
CERRAR
A pesar de que el peso del tratamiento de los trastornos específicos del aprendizaje está en la intervención psicopedagógica, son numerosos los estudios que han demostrado que el tratamiento con fármacos estimulantes produce efectos positivos sobre el rendimiento académico de los niños con TDAH, al producir mejoría significativa en los procesos cognitivos implicados (velocidad de procesamiento, memoria de trabajo e inhibición de la respuesta impulsiva).
El diagnóstico requiere de un análisis en profundidad y de un diagnóstico diferencial con trastornos del aprendizaje, conducta, ansiedad y de carácter afectivo, entre otros, así como de una evaluación de la conducta desde la visión familiar y de los profesionales que intervienen en la educación.
Para diagnosticar a un niño o niña de TDAH deben cumplirse los criterios establecidos en las dos clasificaciones internacionales más reconocidas y que recogen este trastorno: La CIE-11 y el DSM-5.
Se reconocen tres presentaciones clínicas según la presencia o ausencia de determinados síntomas particulares:
Predominantemente
inatento
El déficit principal es la lentitud en el procesamiento de información.
Se da más en las niñas: 30% frente a un 16% de los niños.
Predominantemente
hiperactivo-impulsivo
Es el menos frecuente.
Es más común es niños en la etapa preescolar.
Tipo combinado
Se presentan síntomas de ambas presentaciones clínicas mencionadas.
Es el más prevalente: 80% de los niños y 60% de las niñas.
Es el que más se parece a las descripciones clásicas del trastorno.
El DSM-5 reconoce además 2 categorías adicionales:
El TDAH se diagnostica comúnmente durante la niñez. Al contrario de lo que se pensaba hace algún tiempo, ha quedado demostrado que, en la mayoría de los casos, no se resuelve cuando el niño entra en la pubertad, presentando el adolescente importantes conductas inatentas e impulsivas, algunas con consecuencias permanentes.
Actualmente se considera el TDAH como un trastorno crónico, con distintas manifestaciones conductuales en el niño, adolescente y adulto.
La adolescencia, al ser un período de grandes cambios en lo social, físico y emocional, implica diferencias en el diagnóstico, tratamiento y adherencia a tratamiento de los adolescentes con TDAH.
Se pueden presentar diferentes situaciones:
En algunos adolescentes, se les realizó el diagnóstico de TDAH de niños, pero otros no tuvieron diagnóstico a pesar de presentar dificultades, debido a que fueron atribuidas a otras causas como dificultades de aprendizaje y desmotivación, arrastrando años de frustración y baja autoestima.
En otros adolescentes, su alto nivel cognitivo y/o destrezas académicas superiores les han permitido estrategias de compensación, pero la mayor demanda académica propia de este período deja en evidencia las consecuencias del TDAH.
Es importante considerar que los trastornos afectivos como ansiedad, trastorno bipolar y depresión mayor emergen durante la adolescencia, por lo que es importante tenerlos en cuenta al momento de evaluar a un adolescente.
El motivo de consulta en adolescentes a veces no apunta directamente a los síntomas cardinales de inatención, inquietud e impulsividad. En ellos es frecuente encontrar:
Los adolescentes con TDAH a menudo despliegan afectos, tanto positivos como negativos, en forma excesiva a la situación.
Otra característica de los adolescentes con TDAH es que a menudo parecen emocionalmente inmaduros comparados con otros adolescentes.
Algunos adolescentes consideran que el diagnóstico de TDAH les da un estigma negativo y pueden tener ideas equivocadas en cuanto al diagnóstico.
Los subtipos más frecuentes en adolescentes son el inatento y combinado. Se ha visto que el subtipo inatento, más evidente a esta edad, tiende a manifestar mayor dificultad social, ansiedad o depresión, comparado con el tipo combinado.
La evaluación y manejo no sólo debe incluir los síntomas nucleares sino también las secuelas asociadas, incluyendo:
El diagnóstico del TDAH solamente puede ser realizado por un médico especialista en este campo.
Por lo tanto, solo debe considerarse la existencia del TDAH cuando su médico lo establece claramente.
Hay que evitar dar crédito a hipótesis o comentarios de su entorno personal que pongan en tela de juicio el criterio médico, en especial de personas no cualificadas de información no científica disponible en internet.
Una vez se ha establecido el diagnóstico, el paso siguiente es la elección del tratamiento. Esta decisión debe tomarla el médico especialista con el apoyo y la participación activa de los padres.
Cada caso es diferente, y requiere por ello un tratamiento individualizado, es decir que no tiene por qué coincidir en todos los niños o niñas el mismo tratamiento o la misma pauta.
No existe un tratamiento que resuelva completamente el TDAH, pues como decíamos previamente, está derivado de las dificultades que le ocasionan al niño sus problemas intrínsecos de autorregulación, y esto forma parte de su funcionamiento cerebral, y en definitiva, de su forma de ser. Pero sí que disponemos de medicamentos que ayudan a mejorar el funcionamiento de estos circuitos cerebrales, y por lo tanto disminuyen los síntomas, permitiendo que el niño trabaje y se comporte de forma más normalizada.
Además, con este tratamiento se va a abrir una ventana para que el niño pueda realizar terapias psicológicas y de reeducación que le permitan modificar y optimizar su desarrollo.
La modalidad de tratamiento que en la actualidad se reconoce como más eficiente es el llamado tratamiento multimodal, denominado así porque aglutina tres modos de tratamiento que combinados resultan imprescindibles para afrontar el manejo de este trastorno. Estos tres constituyen, por así decirlo, los tres pilares que nos ayudarán en el manejo y control del trastorno, son: el tratamiento farmacológico, la intervención psicológica y la intervención psicopedagógica.
Los programas de intervención psicosocial forman una parte indisociable del tratamiento porque incluyen acciones encaminadas a reducir la probabilidad de aparición de trastornos comórbidos o a disminuir la intensidad de los síntomas si ya se han establecido.
A continuación veremos, con mayor detalle en qué consisten cada una de estas tres herramientas terapéuticas para abordar el TDAH.
El tratamiento de elección en el TDAH se denomina TRATAMIENTO MULTIMODAL. Incluye intervención farmacológica y no farmacológica (intervención psicosocial).
El tratamiento del TDAH no es únicamente “farmacológico”, por ello hay que implicar siempre al niño y a su entorno familiar en los planes de intervención multimodal. En estos planes juegan un papel trascendental no solo el pediatra de atención primaria, como coordinador por su proximidad a las familias, sino que en todo el abordaje y el seguimiento del TDAH participan:
Cada paciente va a tener unas necesidades que deben ser individualizadas. El diagnóstico y el seguimiento médico de los pacientes debe hacerlo el neuropediatra o el psiquiatra. No existen unos claros criterios que definan cuando debe ser uno u otro. La derivación depende del pediatra de cabecera, es éste quien asignará el profesional que considere más adecuado. Las competencias están distribuidas de forma variable según las regiones geográficas y las características del paciente; así niños con mayor trastorno conductual o emocional serán derivados a psiquiatría, mientras que los que asocien con otros trastornos del neurodesarrollo u otras enfermedades neurológicas serán asignados a neurología infantil.
El neuropediatra o psiquiatra, propondrá al paciente el tratamiento médico así como la necesidad de otras intervenciones.
La intervención en el ámbito escolar suele ser una necesidad constante en los pacientes con TDAH, por su alta asociación con fracaso escolar y dificultades de aprendizaje.
El tratamiento farmacológico es una de las medidas dentro del modelo de tratamiento integral de TDAH que tiene como objetivos, principalmente, aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de las personas con TDAH.
En la actualidad, disponemos de fármacos tanto estimulantes, como no estimulantes que son seguros, eficaces y tienen una buena tolerancia.
El 70-80% de los niños responden al primer tratamiento
Es importante tener en cuenta que la toma del medicamento, que mejora la integración del niño a nivel escolar, debe tomarse diariamente, aunque no haya colegio porque además de actuar durante la jornada escolar va a mejorar también otros síntomas del TDAH que le afectan en otros ámbitos como el familiar, el ocio, etc.
Suelen ser leves y transitorios, y tienden a minimizarse con el transcurso del tiempo. Existe un gran desconocimiento por parte de algunos sectores de la sociedad en cuanto al uso de unos u otros fármacos, por eso debes seguir siempre el criterio del médico especialista.
El objetivo de la medicación es regular esta situación neurológica y mejorar el bienestar del niño gracias al control del trastorno.
Se pueden escuchar muchos mitos e incluso leer muchos conceptos erróneos acerca de la medicación. Son los llamados mitos del tratamiento del TDAH que deberíamos de desterrar escuchando los consejos del médico que trata a nuestro hijo.
Estas afirmaciones
destierran algunos
de los mitos más
frecuentes
Muchas investigaciones han señalado que la interacción de los padres con sus hijos mejora cuando estos se encuentran tomando medicación estimulante. Incluso solo el hecho de conocer el diagnóstico de TDAH ya tiene un efecto positivo por sí mismo sobre el estrés y la ansiedad en la familia.
El conocimiento de las dificultades reales del niño, prepara a la familia para ayudarle a superarlas. Permite a los padres ser más tolerantes con determinados comportamientos ó actitudes, y más firmes cuando hay que marcar límites conociendo la capacidad de los niños de asumirlos.
En este sentido cabe destacar un estudio realizado en España (Guerro-Prado D. 2015) que incluyó a 429 familias de niños que comienzan tratamiento psicofarmacológico, tras ser diagnosticados de TDAH (edad media: 10,4 años). El objetivo del estudio fue analizar la evolución del estrés tras 4 meses del seguimiento mediante el cuestionario Family Strain Index (FSI). El 97,9% de los niños recibieron medicación estimulante.
Los resultados fueron que entre la visita inicial y la de los 4 meses, la puntuación FSI mejoró en un 92,2% de los casos.
La detección precoz del trastorno y su correcta evaluación y tratamiento pueden modificar beneficiosamente el comportamiento educativo y desarrollo psicosocial de estos niños y su repercusión sobre su entorno familiar.
CERRAR
El tratamiento psicológico de elección en el TDAH se basa en estrategias conductuales, que son útiles y relativamente fáciles de utilizar.
Las terapias conductuales tratan de entrenar la conducta del individuo usando estrategias de repetición, de recompensa y de acción-reacción del entorno, para reeducar los comportamientos y hacerlos funcionales.
Además nos ayudan a gestionar un entorno con normas y objetivos claros para facilitar el desarrollo de los niños.
El tratamiento debe ser guiado por un psicólogo (del Centro de Salud Mental o un profesional independiente). Los encargados de aplicar las técnicas conductuales son los tutores (familias o quienes tengan su tutela), profesores, etc., del niño. Por ello, se debe informar y preparar a los tutores en la identificación de los problemas que van a ir apareciendo y en la respuesta idónea en cada una de ellas.
La terapia psicológica, mediante estrategias conductuales, se debe establecer de manera precoz, ya que es una medida que mejora el pronóstico. Su eficacia es mayor en los escolares que en los adolescentes y actúa cuando los problemas en el comportamiento están comenzando.
El TDAH se asocia a menudo con un mal funcionamiento familiar, niveles elevados de estrés y relaciones conflictivas entre padres e hijos, condicionado por las dificultades de comportamiento y la frustración que genera este trastorno de aprendizaje.
El EP es un programa de tratamiento que tiene como objetivo dar información a los padres sobre el TDAH y enseñarles a utilizar técnicas de la terapia de conducta para mejorar el manejo de sus hijos, aumentar la confianza de los padres y mejorar la relación paternofilial mediante una mejor comunicación y atención al desarrollo del niño. Los programas son estructurados, se desarrollan en un número específico de sesiones y se realizan habitualmente en grupos de padres.
Algunos ejemplos son los programas New Forest Parenting Programme (NFPP), Triple P2 y The incredible years (IY):
OBJETIVOS. Enseñar a los padres o madres a identificar las competencias actuales de sus hijos/hijas, para promover expectativas realistas y poder establecer y consolidar en el aprendizaje metas referidas al auto-control, atención y memoria.
ESTRATEGIAS:
Los programas psicoeducativos y de entrenamiento conductual para padres y madres deben incluirse dentro de las primeras líneas de tratamiento para niños y niñas con TDAH, en las edades preescolares y escolares (3-12 años de edad).
Deben ofrecerse por profesionales formados y tener unas características comunes de aplicabilidad: ser estructurados, con suficientes sesiones, incorporar tareas en casa, incluir estrategias para mejorar la relación padres/madres-hijo/hija, y permitir a los padres o madres que puedan identificar sus propios objetivos de crianza.
Deben incluir una combinación de estrategias tales como la identificación de los errores en las prácticas de crianza, fijación de normas de comportamiento en casa y fuera de ella, aprendizaje de cómo prestar atención a los hijos o hijas, sistemas de recompensa, refuerzo y retirada de privilegios, aumento de la tolerancia paterna y modulación de la expresión emocional de los padres o madres y aumento de las interacciones positivas con los hijos o hijas.
La psicoterapia cognitiva y el entrenamiento en habilidades sociales, técnicas de resolución de problemas y estrategias de autoayuda son algunos de los métodos más utilizados en la intervención con el niño.
La terapia cognitiva tiene como finalidad ayudar al niño a desarrollar formas de pensar y comportarse más planificadas y reflexivas.
Los niños aprenden a adoptar una actitud más sistemática y productiva hacia las tareas y la resolución de problemas, mediante diversos procedimientos entre los que destacan técnicas de autoinstrucciones y autocontrol.
Se recomiendan terapias de intervención psicosocial además de las terapias conductuales, en niños que tienen problemas de comportamiento o de sociabilización. También las realizan los psicólogos.
Los niños y adolescentes con TDAH presentan a menudo problemas de relación con sus iguales, observándose un déficit en las habilidades sociales. Los niños sin TDAH describen a los niños con TDAH como impredecibles, problemáticos y agresivos, lo que lleva a menudo al rechazo social. El objetivo del EHS es desarrollar las conductas y capacidades necesarias para establecer y mantener relaciones sociales constructivas, enseñando a los pacientes, por ejemplo, a realizar contacto visual, sonreír y mantener una postura corporal adecuada; emplea técnicas de la terapia cognitiva conductual y se realiza habitualmente en formato grupal.
CERRAR
Es la terapia que facilita el aprendizaje de los niños con TDAH en el colegio.
El tratamiento psicopedagógico del TDAH es un recurso muy importante para responder adecuadamente a las necesidades educativas específicas que puedan tener los alumnos con TDAH, y que permita resolver o reducir las dificultades que puedan aparecer en el ámbito escolar.
Los encargados de valorarla y aplicarla son los pedagogos de los Equipos de Orientación Escolar. También pueden realizarla los pedagogos y neuropsicólogos de Centros Privados.
La intervención escolar incluye aspectos académicos, sociales y conductuales.
La intervención escolar incluye aspectos académicos, sociales y conductuales.
Conviértase en el mejor defensor de su hijo o hija. Puede conseguirlo representando o protegiendo sus intereses en aquellas situaciones escolares y de comportamiento que así lo requieran, (por ejemplo, ante comentarios negativos de mal educado o vago).
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